Después de 60 años de exploración, la NASA al fin envía una nave rumbo al sol


Cuando la foto te queme, retrocede un paso. Este consejo es cortesía del sentido común y de la física básica. Pero persiste un misterio: ¿por qué no sucede lo mismo en el sol, cuya superficie es, de hecho, más fría que su atmósfera incandescente?

Eugene Parker reflexionaba en esta y otras incógnitas cuando tuvo su “momento eureka”: comprendió que el sol emite un chorro constante de partículas candentes, las cuales causan las auroras y —a veces— arruinan nuestros tendidos eléctricos y los satélites de comunicación. Ese “viento solar”, como lo llamó Parker, no explicaba del todo el asunto de la fogata, pero, gracias a eso, el estudiante de 30 años obtuvo un doctorado y la reputación como uno de los astrónomos más eminentes de todos los tiempos.

El mismo año en que Parker publicó sus trabajos (era 1958), un grupo de científicos creó una lista de pendientes integrada por 14 misiones espaciales robóticas a distintos destinos del sistema solar.

En los siguientes 60 años, la NASA envió naves a 13 de esos lugares: la luna, los asteroides y cada uno de los planetas conocidos, desde Mercurio hasta Neptuno e, incluso, al planeta enano Plutón. Los vehículos exploraron todo el sistema solar, menos el objeto que yace en el centro. El más grande, el más brillante y a no dudar, el más misterioso: su sol.

Ahora, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, más conocida como NASA, pretende enmendar su error. Si todo marcha según los planes, el 11 de agosto un cohete Delta IV de elevación superpesada despegará de Cabo Cañaveral, Florida, llevando en la nariz de cono una pequeña sonda del tamaño de un Volkswagen.

Un propulsor especial de tercera etapa sacará al cohete de la órbita terrestre y lo despedirá hacia el sol a velocidades de hasta 430,000 millas por hora (más de 692,000 kilómetros por hora), convirtiéndose en la nave espacial más rápida de la historia. Su misión de siete años: ofrecer a los científicos las vistas más próximas jamás obtenidas del enigma que resplandece en el corazón de nuestro rincón del universo.

Se espera que la misión permita que los científicos entiendan cómo funciona nuestra estrella y, por consiguiente, las estrellas de los rincones más apartados de la galaxia.

La misión, llamada Sonda Solar Parker, representa otro hito para la NASA. Es la primera vez que la dependencia gubernamental designa una sonda robótica con el nombre de un científico vivo: Eugene Parker, quien cuenta con 91 años.

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